No son pocas las personas que se quedan a cuadros cuando escuchan hablar de asexualidad. Por lo general, no entienden bien el concepto, les parece algo imposible o simplemente lo catalogan como una moda. Pero la asexualidad trasciende estereotipos y prejuicios, pues aunque se trate de una realidad difícil de encajar en nuestros esquemas mentales, es una orientación sexual igual de válida y relevante que la heterosexualidad, la homosexualidad o la bisexualidad. Pese a que la definición es bastante simple (una persona asexual es aquella que no experimenta atracción sexual hacia otras personas), supone un rompecabezas para muchas personas, que no logran encajar la idea de que es posible que existan personas que no experimenten atracción sexual por los demás.
Actualmente, la asexualidad sigue siendo una gran desconocida, pero para intentar explicarla, podemos recurrir a diferentes metáforas que la definen de manera clara y fácil de interpretar. Podríamos decir, por ejemplo, que ser asexual es como vivir en zona costera y en primera línea de playa, pero no te llama la atención ni ir a nadar, ni a pasear por la arena, ni nada de nada. No te atrae ese escenario. Entonces, te dirán: ¿Cómo es posible, si vives en zona costera? ¿Cómo es posible, si a todo el mundo le gusta la playa? Extrapolado a la asexualidad, sería lo mismo que decir: ¿Cómo puede ser que no te atraigan las relaciones sexuales si eres un ser humano? Y es que el profundo desconocimiento sobre esta realidad sexual lleva aparejada la tendencia a deshumanizar a las personas que nacen con esta orientación sexual, que sigue estando muy estigmatizada y patologizada, a consecuencia de la fuerte invisibilización existente en torno a ella.
En el año 2013, la asexualidad dejó de ser considerada un trastorno mental por el DSM-5. Además, el activismo en los diferentes países se empezó a movilizar a ritmos distintos desde el surgimiento de AVEN, la Red para la Educación y Visibilidad de la Asexualidad, fundada en 2001 por el activista asexual David Jay. En España, por ejemplo, fue un anuncio de televisión sobre colchones, protagonizado por personas asexuales, lo que contribuyó a visibilizar la asexualidad en este país. Dicho anuncio se emitió en el año 2016, y a raíz del mismo, muchísimas personas españolas de edades muy variadas se dieron cuenta de que eran asexuales, y pudieron ponerle nombre a su realidad interna, a su esencia, a su sentir, a su orientación y a su identidad. También se creó en España la primera asociación de asexuales (ACEs) que actualmente lucha contra viento y marea por visibilizar esta realidad. Además, con el paso de los años se empezaron a publicar cada vez más artículos científicos y periodísticos sobre este temática.
Por su idiosincrasia, la asexualidad debería ser una parte integral del colectivo LGBTQIA+, puesto que no está exenta de violencias ni discriminación. No obstante, aún son los muchos los que no la incluyen en sus siglas ni la consideran parte de la comunidad y de la diversidad sexoafectiva, contribuyendo así a que se fomente el estigma y la invisibilización, que no deja de ser una forma directa de discriminación. Pero, por su naturaleza y esencia misma, el movimiento LGTBIQA+ debería ser un paraguas donde tengan cabida todas las orientaciones e identidades que no sean cisheteronormativas, amparando y defendiendo los derechos de aquellas personas que, por salirse de la norma, ser diferentes o tener otros códigos afectivosexuales, sufren discriminación y violencias. Y es que la invisibilidad de esta orientación sexual deriva en la creencia errónea de que las personas asexuales no sufren ni se les discrimina igual que al resto de personas de la comunidad LGTBIQA+. No obstante, ser asexual lleva aparejado: alto nivel de presión, sentimiento de gran incomprensión social, malestar, desinformación, clichés, invisibilización, descrédito, infantilización, sentimientos de desdén y lástima, casos de violencias de género, abusos en las relaciones, desconfianza, estigmas, estereotipos, prejuicios, presunción de homosexualidad, tristeza, ansiedad, depresión… hasta el nivel más grave de todos: patologización y violaciones correctivas.
Por otra parte, entre las principales dificultades a las que se enfrentan las personas asexuales, se encuentra la confusión generalizada entre atracción y deseo, dos términos que muchas veces se utilizan indistintamente como si fuesen sinónimos. El deseo, sexual en este caso, es ese sentimiento de querer llevar a cabo una actividad sexual, pero no necesariamente vinculada a una persona. Y esto resulta clave cuando hablamos de asexualidad, puesto que una persona puede tener deseo sexual (y sentir más o menos ganas de masturbarse, por ejemplo, que también es una actividad sexual), pero dicho deseo no va dirigido hacia nadie, porque nadie les atrae sexualmente. Por otro lado, es necesario recalcar que cada persona, asexual o no, experimenta el deseo de manera diferente. En cuanto a la atracción, diferenciaremos en primer lugar entre atracción sexual y atracción romántica. La atracción sexual es ese impulso, ese deseo o esas ganas de querer tener relaciones sexuales con otra persona/otras personas (siempre va a ir orientado hacia las demás personas). Por el contrario, la atracción romántica es ese interés romántico hacia alguien, más en la línea del enamoramiento; es ese interés y/o amor más o menos intenso que nos lleva a querer pasar más tiempo con la otra persona, darle prioridad, querer conocerla más, pensar más en ella… Además, también existen las personas arrománticas, que son aquellas que no siente esa atracción romántica por los demás, algo que no es exclusivo de la comunidad asexual. Se puede sentir atracción sexual y no sentir atracción romántica, o viceversa, o no sentir ninguna de las dos. Las combinaciones son infinitas porque hay tantas formas de vivir la sexualidad como personas hay en el mundo.
Mucha gente suele preguntarse si, ante la falta de atracción sexual, hay personas asexuales que mantienen relaciones sexuales. La respuesta es afirmativa, pues el hecho de no sentir atracción sexual hacia la gente no significa que no se pueda o no se quiera tener relaciones sexuales. Y es que esta orientación sexual presta a una confusión permanente, pues las personas asexuales no rechazan el sexo (estas personas se denominan antisexuales, y no es exclusivo de la asexualidad); simplemente, no les atrae llevar a cabo esta actividad con otras personas, ya que no les resultan atractivas sexualmente. Además, cada persona es diferente, y alguien asexual puede tener relaciones sexuales con otra persona si así lo decide, porque quiera tener descendencia, porque quiera disfrutar un momento íntimo con su pareja, por placer físico… Por miles de razones. No obstante, como no existe esa atracción hacia la otra persona, normalmente ese impulso o esa iniciativa no va a surgir de manera natural porque, repetimos nuevamente, no hay atracción sexual. Por consiguiente, ser asexual no implica necesariamente no tener libido, o no practicar sexo, o no sentir excitación, o rechazar el sexo, no poder enamorarse, o no tener pasiones, o no sentir deseo.
Asimismo, cabe destacar que hay muchas formas de ser asexual, lo que entra dentro del denominado “espectro asexual”. Esto se suele explicar con el triángulo de AVEN, un triángulo invertido cuya base o parte superior es de color blanco, que se va volviendo gris, oscureciéndose gradualmente hasta culminar en el negro, localizado en el vértice inferior. En esta figura geométrica quedan representadas, en color blanco, las personas alosexuales (aquellas experimentan atracción sexual con la frecuencia es intensidad “normativa o esperada”); en la zona gris, las personas grisexuales (quienes sí pueden sentir atracción sexual, pero con poca intensidad o frecuencia, o solo cuando se dan determinadas circunstancias); y en el vértice en color negro, las personas asexuales “más puras” (aquellas que nunca experimentan atracción sexual). Se trata de un espectro lleno de matices, una escala de grises donde también se encontrarían las personas demisexuales, aquellas que para poder sentir atracción sexual necesitan que haya un vínculo emocional fuerte con la otra persona.
En la actualidad, las personas asexuales experimentan una fuerte discriminación y sentimientos erosivos que debilitan su salud mental. Es frecuente que se sientan fuera de lugar, incomprendidas, solas, raras y rotas. Aparece un sentimiento de malestar por no encajar en la sociedad, ya que su experiencia es diferente a la del resto del mundo; les oprime fuertemente la presión de encajar
dentro de la norma. Tienen esa crisis existencial permanente porque no conciben que el sexo (con otras personas), simplemente, no les atraiga. No les entra en la cabeza, no es fácil de ver dado el sistema de educación y socialización circundante. Además, cuando finalmente lo asimilan, se dan cuenta de que el resto del mundo no lo va a entender y les van a llover prejuicios, porque entre otras cosas, la gente suele pensar que les falta algo, que no han tenido buenas experiencias o que es algo pasajero. Estos sentimientos se alivian ligeramente cuando se dan de bruces con el término “asexualidad”, y su forma de sentir cobra un sentido. No obstante, hay una tendencia al hermetismo por la falta de comprensión, lo que fomenta aún más la invisibilización de esta orientación sexual.
Por otro lado, hay profesionales de la salud mental que, por falta de conocimiento, invisibilizan esta orientación sexual e incluso lo asocian a un trauma o a un problema de hormonas. Ante esta trágica y aterradora realidad, las personas asexuales luchan para que la gente entienda lo que realmente es la asexualidad: no es un trastorno, ni un problema, ni una falta de vitaminas, ni surge de un trauma de la infancia, ni es una disfunción del deseo (como puede ser el Trastorno del Deseo Sexual Hipoactivo). Si se entiende la asexualidad como una disfunción, problema o patología, entonces se da por hecho que hay que tratar a las personas asexuales o intentar “arreglarlas”, pero recordemos que, si se intenta cambiar la orientación sexual de alguien, estaríamos incurriendo en una terapia de conversión. Una persona asexual puede sufrir mucha ansiedad y depresión, pero no por el hecho de ser asexual en sí, sino como consecuencia de la fuerte discriminación que se sufre en un mundo que parece funcionar de manera diferente. Exactamente igual que con el resto de las orientaciones sexuales. Y es que una persona del colectivo LGTBQIA+ no siente malestar por ser como es, sino porque debe enfrentarse a los mandatos de una sociedad que parece querer imponer una forma correcta de vivir y sentir la identidad sexual. Estar en el armario puede darnos una sensación de seguridad y protección, pero no por ello se está mejor.
Por otro lado, uno de los prejuicios y estereotipos que giran en torno a la asexualidad es que no es algo saludable, ante lo que cabe preguntarse: ¿Qué concepto de salud estamos usando aquí? Por esa regla de tres, tampoco es saludable permanecer ocho horas seguidas delante de un ordenador, por ejemplo, o no seguir una dieta equilibrada. Eso, claro, en la línea de la salud física. Pero, en el plano psicológico, ¿qué salud mental puede tener una persona si se hace tanto hincapié en que debe tener un comportamiento sexual concreto y con una frecuencia deseable? ¿Qué salud mental puede tener una persona asexual si le lanzan infinidad de mensajes que la hacen sentir inmadura, o que está rota, o que su forma de sentir no es natural ni la adecuada? Nuevamente, nos encontramos ante un escenario donde hay mucha discriminación y una opresión fuerte marcada por diferentes violencias, ocultas y desconocidas a consecuencia del halo de la invisibilidad.
Por lo general las personas asexuales tienen una deuda grande con internet, porque es el único espacio donde se descubre el término asexual, y también donde se pueden encontrar testimonios de personas asexuales que tienen con las mismas vivencias. Además, con la asexualidad se pone mucho más el acento en el tema del consentimiento: qué quieres, qué no quieres, qué acuerdos se dan en una pareja, qué límites poner, qué cosas vas a consentir y qué no…
Existen muchos mitos, prejuicios y estereotipos sobre la asexualidad, como los siguientes:
Si una pareja no tiene relaciones sexuales, ¿qué la diferencia de la amistad?
Todas las personas nos hemos socializado de la misma manera y creemos que amor y sexo van de la mano en una relación de pareja, porque si no la relación no es válida. Pero esto es una construcción social y no tiene por qué ser así. Hay muchas formas de vivir y expresar el afecto, y hay muchas formas de tener relaciones sexuales. El sexo es una actividad estupenda si es deseada y consentida… pero no se lo debemos a nadie. No es una prueba de amor, y no nos hace más o menos válidas como personas.
Pero si lo has probado y has experimentado placer sexual… No entiendo que no te guste el sexo, si es lo mejor que hay.
Los gustos son relativos y no a todas nos gusta lo mismo ni de la misma manera. Aparte, no es lo mismo que no te guste el sexo a que no te atraigan las personas sexualmente.
Eso será porque no has encontrado a la persona adecuada…
Esto tiene mucho que ver con el amor romántico y con la idea de que estamos mejor en pareja, la creencia de que todas las personas aspiramos a encontrar nuestra media naranja, la idea de que el amor de pareja nos completa y nos hace la vida mejor, etc. No todas las personas asexuales están solteras (que también es un mito generalizado) y no todas las personas solteras, asexuales o no, se sienten tristes o incompletas.
Es una patología.
Lo diferente no es igual a lo patológico, y no deberíamos cometer los mismos errores que se cometían cuando se consideraba que la homosexualidad o la transexualidad eran un trastorno.
Conmigo se te va a pasar, yo te voy a ayudar.
Esto no solo invalida completamente la orientación sexual de la persona, sino que puede derivar en violaciones correctivas.
En realidad eres lesbiana pero no te atreves a decirlo.
A la asexualfobia le sumamos ahora lesbofobia. En el caso de las chicas, no tiene que ser fácil decir que se es lesbiana, pero no es más fácil que confesar que eres asexual, reconocerte como tal y expresar tu identidad en tu entorno.
O en realidad los hombres asexuales son gais.
Parece impensable que un hombre sea asexual. Tiene que ser gay, o tiene algún problema eréctil. Los hombres asexuales puede sufrir una presión social bastante fuerte que les dificulta el encuentro con su orientación y la aceptación de su identidad.
Eres demasiado tímida / introvertida / frígida.
La timidez o introversión pueden influir en el comportamiento sexual, pero no en la atracción sexual. No olvidemos que vivimos en una sociedad hipersexualizada y el sexo, amigo del capitalismo, es un gran valor y un sinónimo de madurez y de éxito.
Si bien nos hemos centrado en la fuerte discriminación hacia las personas asexuales, pondremos el broche final a este artículo con un enfoque positivo de esta orientación sexual y del potencial que encierra, pues es una fantástica invitación a reflexionar sobre: el afecto, el placer, el aprender a comunicarse, las relaciones no convencionales, el cómo nos relacionamos con los demás, la importancia de una educación sexo-afectiva de calidad, las diferentes formas de tener relaciones sexuales, la hipersexualización de la sociedad, la necesidad de un modelo alternativo de diversidad sexual y de género, la riqueza de la diversidad, los derechos sexuales y reproductivos… Es una llamada de atención, porque no se está haciendo una revisión científica y rigurosa de la diversidad sexual y de género que existe en el mundo, pero también es una manera de recordar que la diversidad, con todos sus colores y matices, es un regalo de la vida.
Bibliografía, referencias y fuentes de interés
AVENes. Red para la Educación y Visibilidad de la Asexualidad (red internacional)
Somos ACES (asociación nacional España)
Asexualidad. Martina González Veiga (sexóloga española, experta en asexualidad)
Artículos
Prejuicios a los que las personas asexuales deben enfrentarse
¿Qué significa ser asexual? La asexualidad no es celibato o abstinencia. Esto es lo que es, y no es.
¿Qué es la asexualidad y cómo se manifiesta?
Los jóvenes asexuales están hartos de que la sociedad quiera curarles.
No soy un bicho raro, soy asexual.
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